1. CONCEPTO DE INMUNIDAD
La inmunidad es el conjunto de
respuestas mediante las cuales el organismo se opone a determinadas
sustancias, reconocidas como extrañas, que reciben el nombre general
de antígenos.
En un principio, se concebía
la respuesta inmunitaria como la resistencia que opone un organismo ante la
invasión de un determinado microbio o parásito. El concepto actual de respuesta
inmunitaria es más amplio: la respuesta inmunitaria va dirigida contra toda
sustancia que el organismo reconozca como extraña, sea cual sea su origen.
El microbiólogo Paul
Ehrlich (1854-1915) fue el primero en valorar que la inmunidad
implica discriminar lo propio de lo extraño.
Hay mecanismos que evitan que
la respuesta inmunitaria actúe sobre los tejidos propios (tolerancia
inmunológica), aunque a veces fallan, originándose las enfermedades de
autoinmunidad.
2. TIPOS DE INMUNIDAD
La inmunidad de un
organismo respecto a un determinado antígeno (inmunidad específica) puede
ser pasiva o activa, y cada una de ellas puede deberse a un
proceso natural o artificial.
2.1.
Inmunidad pasiva
La inmunidad que posee el
organismo le ha sido transferida a partir de otro organismo.
Ejemplos de inmunidad
pasiva natural los tenemos en la inmunidad que la madre proporciona al
feto y al lactante. Todos los niños reciben cierta protección antes de nacer.
Durante la gestación, el organismo materno envía a través de la placenta
sustancias defensivas que circulan por la sangre del niño durante semanas, e
incluso meses, después del nacimiento. Además, el niño amamantado goza de una
protección añadida: recibe una variedad de sustancias y de células que lo
defienden de los microbios que pudieran invadirlo. Esta inmunización pasiva es
muy importante ya que la plenitud inmunitaria del niño se alcanza
aproximadamente a los cinco años de edad.
Como ejemplos de inmunidad
pasiva artificial tenemos los casos donde a un individuo que sufre una
infección aguda se le inyectan defensas provenientes de un individuo inmune que
puede no ser de su misma especie. Esto proporciona una protección inmediata,
aunque breve, pero existe el riesgo (mayor, si las defensas provienen de otra
especie) de complicaciones patológicas (respuestas inmunitarias adversas del
receptor contra las defensas inyectadas).
2.2.
Inmunidad activa
La inmunidad que posee el
organismo se debe a la respuesta inmunitaria producida por él mismo. Esta
inmunidad es más duradera que la de tipo pasivo.
Tras superar la infección
causada por un patógeno, el organismo queda protegido de una ulterior invasión
de ese mismo patógeno. Estos casos corresponden a lo que se llama inmunidad
activa natural. Por ejemplo, después de pasar el sarampión, enfermedad causada
por un virus, el individuo queda inmunizado de forma permanente, es decir, para
toda la vida.
La inmunidad activa
artificial se consigue mediante la llamada vacunación. Consiste ésta
en provocar una infección benigna que hace que el organismo desarrolle una
respuesta inmunitaria y quede protegido frente a un determinado patógeno. Para
provocar la infección benigna se inoculan microbios activos atenuados (es
decir, sin virulencia) o muertos (por calor, agentes químicos o radiaciones
UV). El uso de microbios activos atenuados tiene ciertos riesgos y está algo
restringido. Modernamente se elaboran vacunas, no con microbios
"completos" sino con fragmentos de los mismos, por ejemplo,
componentes purificados de la pared celular de las bacterias o proteínas
víricas purificadas.
3. EL SISTEMA INMUNITARIO
Llamamos sistema
inmunitario al conjunto formado por todos aquellos componentes del
organismo que están implicados en la defensa contra la invasión de
microbios o parásitos. Su principal función es distinguir lo propio de lo
extraño, así como neutralizar el material identificado como extraño.
3.1.
Componentes del sistema inmunitario
Barreras anatómicas
La piel y las mucosas constituyen barreras
físicas que se muestran impermeables frente a la mayor parte de los
agentes infecciosos.
A esos efectos mecánicos
protectores hay que añadir los efectos químicos debidos al pH ácido
del sudor y del jugo gástrico, o a ciertas sustancias (ácidos grasos,
enzimas, etc.) que se hallan en el sudor, lágrimas, saliva y mucus.
Y aún hay que añadir efectos
biológicos, debidos a la flora bacteriana normal que ocupa la piel y la vía
digestiva. Los patógenos que pretenden instalarse se ven obligados a competir
con las bacterias locales, además de quedar sometidos a la acción de sustancias
tóxicas que aquéllas segregan.
Componentes celulares
Se trata de células que tienen
su origen en la médula ósea y que, aunque derivan de un mismo tipo de
célula-madre, llegan a diferenciarse en dos linajes: mieloide y linfoide.
Las células mieloides incluyen
entre otras a granulocitos y monocitos. Los granulocitos son de
tres tipos: neutrófilos, basófilos y eosinófilos. Los
monocitos que abandonan la corriente sanguínea se convierten en las células
llamadas macrófagos.
Las células linfoides, o linfocitos,
incluyen a las células B, T y NK. Los linfocitos T comprenden dos poblaciones
diferenciadas: T citotóxicos (Tc ó Tcd8) y T helper (auxiliares)
(Th ó Tcd4). A su vez, los T helper incluyen dos tipos llamados Th1 y Th2.
Componentes humorales
Se trata de sustancias solubles
que se hallan en la corriente sanguínea o forman parte de secreciones o se
forman en el sitio de infección.
A modo de ejemplo: el sistema
del complemento, los interferones, los anticuerpos, etc.
3.2.
Defensa general y específica
Debemos diferenciar en los
mecanismos de defensa inmunitaria dos subdivisiones principales: la defensa
general y la defensa específica.
Aunque estas subdivisones
tienen diferentes funciones, no son entidades totalmente independientes ya que
componentes de una influyen en la otra, y viceversa.
Defensa general (innata)
Constituye la primera
línea de defensa y está formada por las barreras anatómicas (ver apartado
anterior), componentes celulares (granulocitos, monocitos, linfocitos
NK) y componentes humorales (sistema del complemento, interferones, etc.).
La defensa general es inmediata,
es decir, tiene lugar tan pronto como el organismo queda expuesto al antígeno;
no hay demora entre la exposición al antígeno y la respuesta defensiva.
Otra característica de la
defensa general es que no es específica del tipo de antígeno, funciona de
la misma manera sea cual sea el tipo de agente invasor.
Por último, la defensa
general carece de memoria, quiere esto decir que exposiciones ulteriores a
un cierto antígeno inducen respuestas que no son diferentes a la que se produjo
tras la primera exposición.
Defensa específica
(adaptativa)
Actúa como la segunda
línea de defensa y además proporciona protección contra la reexposición
a un mismo patógeno. Está formada por componentes celulares (linfocitos T y B)
y humorales (anticuerpos).
Son los propios linfocitos
B los que, tras la exposición al antígeno, se transforman (diferencian)
en células plasmáticas, que producen y liberan cantidades masivas de anticuerpos específicos.
La defensa específica no
es inmediata, entre la exposición al antígeno y la respuesta máxima hay un
lapso de tiempo, una demora (tiempo de reacción). Durante esta demora, que
puede durar más de cinco días, el organismo intentará controlar la
invasión con la defensa general.
La defensa específica, y por
esto se llama así, es específica respecto a un determinado antígeno y
reacciona sólo con el antígeno que la provocó.
Finalmente, la defensa
específica posee memoria inmunológica, recuerda al "invasor"
(antígeno) y si se encuentra de nuevo con él reacciona de manera rápida e
intensa.
Comentarios
Publicar un comentario